viernes, 29 de junio de 2012

De vez en cuando nos toca toparnos con ese tipo de noticias. 
Noticias que hacen que nos estampemos la cara contra la pared. 
Noticias inesperadas, que irrumpen con nuestra rutina y nos conducen a replantearnos muchas cosas. Lágrimas nos brotan de los ojos al escucharlas, antes de siquiera haberlas comprendido, mucho menos asimilado. Los pelos se nos ponen de punta y un millón de pensamientos y sentimientos nos invaden por completo.
Hacen que nos estrellemos contra una realidad inminente, no sintiendo el dolor sino después de un tiempo. 
Son de esas noticias que preferiríamos desconocer, y sin embargo no podemos evitar.
Nos desestabilizan, nos sacuden, y hasta en algunos casos nos destruyen. 
Uno se toma su tiempo para poder volver a lograr un equilibrio, y valla que es difícil.
[Están quienes no lo logran y desisten.]
Es como un desafío; como si a un niño amente de los rompecabezas le desarmaran uno de sus juegos ya terminados, lo mezclaran, le quitaran algunas piezas y se lo arrojaran por la cabeza, acompañándolo con una frase desafiante, parecida a; "Y ahora qué?"
El niño, luego de experimentar diversos sentimientos tales como el enojo y la tristeza,  puede comprender que no tiene otra opción que intentar reconstruirlo, poniendo cada cosa en su lugar, quizás alterando algunas piezas para que "sustituyan" a otras, por más complicado que sea, o por más insustituibles que sean las  faltantes. Y aún sabiendo que por mucho que se esmere no será lo mismo, intentarlo, entendiendo que no puede gastar más tiempo lamentándose por lo ocurrido. 
O bien puede no entender esto, y sumergirse en una terrible depresión.


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